domingo, 24 de febrero de 2013

Y desde mi ventana...


      Y desde mi ventana veo pasar las estaciones, mañanas, tardes y noches. El frío y duro invierno mantiene las calles adornadas de blanco, acompañan a los cortos días en el ir y venir de la vida. Durante el tiempo vivido y sentido en estas latitudes he podido palpar la linea divisoria entre habitantes con recursos, tanto económicos y sociales, y los que apenas disponen de ellos. Llama la atención cómo las personas que llenan los teatros, más y menos populares, museos y centros culturales siguen el mismo patrón. Apenas se distinguen personas con distinta raza que la blanca, lengua anglosajona y con las billeteras aparentemente llenas. Es curioso cómo las zonas más pudientes gozan de elevadas tasas que contribuyen a la construcción de muros morales, que mantienen alejada a la población más desfavorecida. Es difícil salir de un getto constriudo a base de exclusión social y permitir el disfrute de los mismos 'privilegios' a los habitantes de la otra parte del muro. Sé que puede parecer obvio, pues en otras muchas ciudades mundiales pasa lo mismo, pero no deja de ser impactante en un país donde el 'Sueño Americano' sumerge a mucha gente en sus más profundas noches.

      Todo esta separación social se transmite directamente a los centros escolares donde los profesores con los que he mantenido relación, desempeñan su gran labor. Familias rotas, hijos que dejan a la suerte su referencia en la vida y estructura social sin apenas pilares que la sostengan. La vida en estos centros es un continuo interrogante: qué pasará hoy, qué nuevo simulacro nos pondrá a todos en alerta, incluso qué hermano o hermana de tal estudiante ha sido abatido por las armas de bandas rivales o ha sido arrestado por la policia local. La labor de estos profesores va mucho más lejos que la de impartir una simple asignatura, puede llegar a ser un cobijo seguro para estos alumnos durante parte de su supervicencia diaria.

Molly

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